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JUNIO 2011
Edición No. 268
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Mis sexenios (39)


José Guadalupe Robledo Guerrero.

La otra mitad del “gobierno” mendocista
Desde la Alcaldía, en su primer año, Rosendo Villarreal ya había mostrado lo que sería su incursión en la política: arbitrariedad, corrupción, prepotencia, tráfico de influencias y más impuestos. Rosendo había llegado al cargo con hambre de riqueza, y para lograr sus propósitos mucho le ayudó la dejadez de Mendoza Berrueto, quien tenía las mismas mañas del Alcalde panista empresarial.

Durante su primer año de “gobierno”, Rosendo Villarreal se había mantenido subido en el ring con Francisco Navarro Montenegro, quien diariamente encontraba la forma de retarlo, pero en los últimos meses de 1991, las cosas tomaron un camino desfavorable al cardenista, pues Javier López del Bosque en respaldo de Rosendo había presionado a Mendoza Berrueto para que le revivieran algunas demandas penales en su contra que se mantenían archivadas. La amenaza era real, Eliseo estaba dispuesto a calmar a Navarro, pues se había comprometido a lograrlo con el dueño del GIS. Navarro había acrecentado su repudio por Rosendo, a raíz que el Alcalde mandó hacer unos volantes que se repartieron masivamente en el centro de Saltillo, en donde hacía público cosas de su vida privada.

Por esos aciagos días, enero de 1992, en cierta ocasión me encontré con Navarro Montenegro en el edificio del Congreso del Estado. Como siempre, estaba rodeado de reporteros que le preguntaban su opinión sobre Rosendo Villarreal para que les diera la nota de día. Me acerqué al grupo y Navarro me preguntó frente a todos: ¿Qué hay Robledo? -Nada, le dije, y en tono de broma le reproché: Te sigo esperando ´para que nos pongamos de acuerdo sobre la publicación del folleto que escribí acerca de la vida y milagros de los López del Bosque y de Rosendo Villarreal, para hacerlos circular como los volantes que hicieron en tu contra.

Navarro siguió la broma y me citó supuestamente para que mandar editar el mencionado folleto. Así quedó, nada era cierto. Pero no faltó un reportero que le llevó el chisme a Javier López del Bosque. Días después saldría una declaración periodística del poderoso empresario, en donde le daba la razón a Navarro Montenegro de que Rosendo Villarreal era el responsable del rezago social que privaba en Saltillo, al mismo tiempo cambiaba su apreciación sobre el cardenista, señalando que Navarro era un luchador social, no un delincuente como lo había dicho antes.

Cuando me dí cuenta que “don Javier” había reculado, le hablé a Navarro para preguntarle qué había sucedido. Navarro me comentó que después de aquella provocadora broma en el Congreso del Estado, Mendoza Berrueto lo había llamado para preguntarle sobre el asunto del folleto que supuestamente queríamos publicar. En esa ocasión, Eliseo sumamente preocupado le confió a Navarro que los López del Bosque eran muy poderosos y que hasta a él lo espiaban. Le contó que hacia días habían encontrado un micrófono en el despacho gubernamental, y concluyó: “Javier tiene información sobre todos, pero le preocupa la que tienen de él”.

Según Navarro, Eliseo le había pedido que no publicara ese folleto, que Javier López del Bosque lo había visitado para pedirle ese favor, y que le dijera qué quería a cambio. De acuerdo a las palabras de Navarro sólo había solicitado que “don Javier” pusiera a Rosendo en su lugar, y por supuesto que reivindicara su nombre. Esa era la historia de aquella inusitada declaración. Lo cierto es que a Navarro ya no se le volvió a amenazar con las demandas penales y se le dio un trato diferente. De ese tamaño eran los miedos de que se conociera la vida y milagros de los “notables” de Saltillo.

En los primeros meses de 1992, mi relación con Jorge Masso Masso se fue incrementando, continuamente nos ibamos a comer juntos para charlar de cuantos temas se nos ocurrían, dándole prioridad al político. En esas constantes reuniones amistosas muchas veces nos acompañó Armando Castilla Sánchez, director y dueño de Vanguardia, quien sumamente expresivo simpatizaba con mis críticas hacia Eliseo Mendoza, debido a las desavenencias económicas que tenía con el entonces gobernador de Coahuila. En cierta ocasión Armando me confiaría que EMB le debía 2,500 millones de pesos, que necesitaba para su hotel, La Quinta Dorada y el restaurante Pour La France! Para mi eran claros los conflictos que Armando Castilla tenía con Mendoza Berrueto, eran días de tanteo.

También mi amistad con Flores Tapia continuaba, y por alguna razón que nunca supe ni le pregunté, el ex gobernador tenía una especial consideración por Rosendo Villarreal, con quien tenía pláticas ocasionales, de las cuales resultó el primer reconocimiento que una autoridad le hizo a Flores Tapia. Rosendo, en una ceremonia desangelada y con unos pocos asistentes, le impuso el nombre del ex gobernador a un pequeño callejón del poniente de Saltillo, allá donde hace curva la calzada Madero.

Cuando OFT me contó sobre el reconocimiento que le haría Rosendo, Flores Tapia y yo tuvimos nuestra primera y única discusión, pues cuando me preguntó mi opinión me opuse a que asistiera. ¿Por qué te opones?, me preguntó con su vozarrón. -Porque ellos fueron los que hicieron la campaña para que usted renunciara al gobierno de Coahuila, y porque usted siempre ha presumido que es el enemigo número uno del panismo empresarial y derechista, ¿O todo eso ya se le olvidó? La respuesta de Flores Tapia fue de antología: “Yo necesito que alguien me reconozca lo que hice por Coahuila, no importa quién sea pero quiero verlo en vida, ya muerto para qué me sirve. ¿Me vas a acompañar o no?”.

Ya no discutí, preferí guardar silencio. Ante esa angustiosa situación nada hubiera convencido a Flores Tapia, y junto con un pequeño grupo de masones presencié aquel día la farsa de reconocimiento que había montado Rosendo Villarreal, a la cual sólo asistieron unas treinta personas, incluyendo a algunos habitantes del callejón.

Por aquellos días hubo una escaramuza entre dos comunicadores: Roberto Casimiro González y Armando Castilla Sánchez, disputa provocada por una nota publicada en Vanguardia en donde se defendía a los usuarios de Cablevisión, para que no les aumentaran las tarifas ni les cobraran conceptos injustificados por el servicio.

Esta pugna duró poco tiempo, pero la clase política coahuilense se dedicó ha hablarles a ambos contendientes para felicitarlos y darles su apoyo. Luis Horacio Salinas, a quien el rumor popular lo consideraba el titiritero de RCG, se puso del lado de empresario televisivo, y los López del Bosque respaldaron a Armando Castilla.

Por ese entonces entrevisté a mi amigo y ex compañero de Línea de Masas, Javier Gil Castañeda, que era dirigente de UNORCA (Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas), quería saber de boca de mi combativo amigo, ¿Por qué después de defender el ejido, ahora había aceptado la reforma salinista del artículo 27 constitucional que lo desaparecería como organización de producción colectiva?

Javier Gil fue extenso en sus respuestas, pero en síntesis fueron las siguientes: “Con la reforma ganamos unas cosas y perdimos otras”. “La autonomía política nos permite ser los protagonistas de nuestra propia historia”, “Antes luchábamos por eficientar al Estado, ahora por ser competitivos”. “Debemos abandonar el paternalismo a que nos acostumbramos”. “Entre los ejidatarios habrá un cambio con las nuevas circunstancias”.

En aquella entrevista, además de platicar con María Teresa Fernández, esposa de Javier, también establecí una relación de camaradería con su cuñada Ana María Fernández, responsable del Programa de la Red Ciudadana para la Defensa de los Derechos Humanos. Esta relación me serviría cuando, meses después, Mendoza Berrueto mandaría a sus esbirros a secuestrar a mi hijo mayor.

En marzo el diputado federal por el Primer Distrito, Óscar Pimentel González, inauguraba una oficina de gestoría “para recoger las demandas de los saltillenses y buscarles solución a través de la gestoría”, pero la verdadera razón era fortalecerse políticamente para disputar la Alcaldía de Saltillo. Mientras tanto, el ex Rector de la UAC Melchor de los Santos Ordoñez consolidaba su posición con el arribo de su amigo Luis Donaldo Colosio Murrieta como Secretario de Sedue, que después se convertiría en Sedesol.

Por su parte, mi amigo y compañero Alfredo Dávila Domínguez era electo como Presidente de ARPECO (Asociación Revolucionaria de Periodistas de Coahuila). Con él al frente, la organización periodística vivió dos años de unidad y dignificación del oficio. Fue una buena trinchera para repeler las constantes agresiones de los mendocistas. Con Alfredo, ARPECO fue el refugio de los periodistas, en donde continuaron los festejos de la libertad de expresión al margen del evento gubernamental. Pero eso tuvo su costo, Alfredo fue despedido como profesor de la Escuela de Comunicación que dirigía Julieta Carabaza, porque el mendocista Javier Villarreal Lozano había pedido las clases que impartía Alfredo. Para esa etapa, Alfredo tomó como estandarte la frase: La libertad de expresión no se mendiga, se ejerce.

Para conocer las causas del conflicto entre Rosendo Villarreal y Mendoza Berrueto, entrevisté periodísticamente al Alcalde saltillense. En una larga charla, Rosendo se develó como un consumado demagogo al insistir: “Es absurdo que la gente siga viviendo en la marginación, por eso pedimos recursos”. Desde entonces me pregunto: ¿Qué harían los políticos si no existiera la pobreza y la marginación que ellos mismos crearon para manipular el voto de los jodidos?

En esa entrevista Rosendo acusó: “Es muy grave que no entreguen las participaciones en forma adecuada”. “El gobierno del Estado nos debe 5 mil millones de pesos”. “Hace 15 meses el gobernador prometió entregarnos JAAPAS y no lo ha hecho”. Y para señalar que Mendoza Berrueto le mandaba a Francisco Navarro Montenegro en su contra señaló: “Navarro tiene una relación permanente con el Procurador Raúl Garza y con Ramón Verduzco”. Pero también Rosendo se defendió de nuestras críticas: “No se aumentaron los impuestos, se adecuaron a la inflación”. “Las multas no son altas, lo que pasa es que no se condonan”. “Javier López del Bosque no me manipula, entre él y yo existen grandes diferencias”.

Para mediados de junio, Óscar Pimentel González se disponía a hacerse cargo de la Presidencia del PRI estatal, y para esas fechas ya habían aparecido en el contaminado escenario político de Coahuila algunos nuevos personajes disfrazados de montemayoristas, pero con las mismas mañas que los viejos: Rogelio Ramos Oranday, Francisco Saracho Navarro y el tamaulipeco Óscar Olaf Cantú. La actividad principal de estos cortesanos era la intriga palaciega y obviamente la nómina oficial. Hasta la fecha, los dos primeros siguen pegados a la ubre del erario, haciendo lo que mejor saben hacer: intrigar y lisonjear al gobernante en turno.

Para que se olvidaran los saqueos perpetrados por “El Tesorito de Eliseo” Jesús García López, Eliseo lo relevó de la Secretaría de Finanzas, y nombró en su lugar a Miguel Arizpe Jiménez, quien había salido limpio de la vendetta en contra del Alcalde Eleazar Galindo Vara, en cuyo cabildo fue el Primer Regidor encargado de la Hacienda del Ayuntamiento saltillense. A su “Tesorito”, Mendoza Berrueto lo convirtió en Secretario de Programación y Desarrollo, para que siguiera prestando sus invaluables servicios a Coahuila.

Para este tiempo, ya se rumoraba sobre las desavenencias que había entre Mendoza Berrueto y su virtual sucesor, Rogelio Montemayor, pues desde un principio Eliseo vio mal que el Presidente Salinas enviara a Montemayor a encargarse del Pronasol en Coahuila, nombramiento que lo convirtió en vicegobernador. Allí comenzó el constante bloqueo que EMB y sus cortesanos le hicieron a la campaña de Rogelio como candidato priista al Senado de la República, pese a ello Montemayor consiguió el triunfo electoral, pero Eliseo y los eliseístas continuaron poniéndole piedras en su camino. Los mendocistas hicieron correr una serie de rumores en contra de Rogelio: que era un político débil, elitista, sin conocimiento del estado, y sin capacidad ni posibilidades reales para gobernar Coahuila.

Mendoza Berrueto estaba seguro que truncaría las aspiraciones gubernamentales de Montemayor, para lograrlo creó el circo de la sucesión, alentando a que se destaparan dos aspirantes más para el gobierno de Coahuila: Juan Francisco Ealy Ortíz y Enrique Martínez y Martínez, incluso estimuló el enfrentamiento entre Rogelio Montemayor y el empresario lagunero Alejandro Gurza Obregón, quien ni tardo ni perezoso a finales de junio acusó a Rogelio de estar boicoteando el Plan Nueva Laguna, de cuya Comisión Ejecutiva formaba parte el mismo Gurza.

También se corrió el rumor nuevamente de que en el Senado de la República, Montemayor estaba impulsando el desafuero de Mendoza Berrueto. Una parte importante en esta pugna, fue la designación del Presidente del PRI coahuilense: Eliseo quería a Jorge Galo Medina en ese cargo, y Rogelio apoyaba a Óscar Pimentel. Para hacer más real su pleito con Montemayor, Mendoza Berrueto lanzó a la Presidenta de CDE del PRI, Blanca Yasmina de Hoyos a hacer una declaración inusitada: el 9 de julio de 1992, la aún dirigente del PRI coahuilense dijo que la pugna entre el gobernador y el senador era por imponer en el partido al dirigente estatal.

Pero nadie creyó que la Presidenta del PRI tenía nivel para señalar el espinoso caso, por eso se creyó que había recibido línea de EMB. Lo cierto es que el ambiente político estaba en ebullición, la situación se prestaba a todo tipo de especulaciones...


(Continuará).
La recta final del “gobierno” mendocista...

robledo_jgr@hotmail.com
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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